En realidad, no sé si debo llamarlo “huevos escalfados”. Lo aprendí de mi querida madrecita, y ella lo llamabas así. Y así lo llamo desde siempre, pese a que su presentación en sartén, más bien parece un “Shakshuka” (véanse imágenes en la página del doctor Google).
Pues bien. Sencillo de hacer, rico y rendidor.
¿Qué necesitamos para prepararlo? Depende de los comensales que tengas. Lo calcularemos en base a cuatro porciones.
- Cuatro huevos (uno para cada comensal).
- Tres cebollas medianas.
- Dos tomates grandes.
- Ají panca o también conocido como “colorado”, ya preparado.
- Ajos molidos.
- Queso serrano.
- Leche.
- Harina de chuño.
- Agua.
- Sal, pimienta.
Usas una sartén de tamaño apropiado (20 centímetros, por ejemplo) previendo que, mientras menos sea el tamaño, la porción ha de ser más alta. Mientras más grande la sartén, cada porción será más bajita. Como un pastel.
Primero: cortas las cebollas en corte “juliana” y los
tomates pelados, también cortaditos en tiras delgadas.
Segundo: calientas la sartén con una base de aceite a la que
añades una cuchara del ají, una cucharadita de ajo molido, las cebollas y los tomates.
Tercero: mueves y mueves para que la cebolla se cocine bien
y el tomate prácticamente pierda su forma y envuelva a todos los cortes de
cebolla. Añades por supuesto sal, un poco de pimienta y el orégano seco, triturado.
En cuanto a la sal, ten en cuenta que – como lo leerás más
adelante – vas a añadir queso serrano, que de por sí, es saladito. No vaya a
ser que te resulte muy salado al paladar.
Cuarto: cuando te has cansado de mover, agregas agua a la
sartén hasta que cubra bien todo lo anterior. ¿Por qué no un fondo de verduras,
de carne o pollo?, ¿Por qué agua solamente? Pues, porque queremos que el sabor
provenga de nuestro preparado y no de las verduras, carne o pollo, que no son
jugadores en este partido.
Quinto: rompe la cocción y bajas el fuego al mínimo. Preparas
un chorro generoso de leche con harina de chuño (una cucharadita) disuelta y…
sigues moviendo.
La intención de añadir leche, es que aporte sabor y rebaje
el color rojo que normalmente se debe al ají y tomate que hemos empleado. Y la
de harina de chuño, es darle consistencia al encebollado al que ya le agregaste
agua. Este plato no es un caldo, tampoco un pastel. Así que agregarle un poco,
solo un poco de harina de chuño, lo hará deseablemente consistente.
Por último: rompes los huevos con cuidado (para que las yemas no se rompan y desparramen) y colocas cada uno, en
hoyos que harás con tu cucharón, distribuidos equidistantemente en la sartén.
Una vez hecho esto, cubre todo con rodajas del queso y
agregas más orégano seco.
Tapas la sartén para que no sea solo el fuego el que
cocine nuestra preparación, sino también el calor de la cocción.
Esperas a que los huevos estén cocidos en el punto de tu
preferencia y el queso haya derretido cubriendo sus alrededores de una
manera vistosa.
Y luego, como Nancita (mi esposa) dice: “hay que dejarlo
reposar”.
Reposado por unos minutos, emplatas cada porción, considerando que vaya un huevo sobre la “cama” del encebollado y cubierto con queso.
Lo acompañas con una papita peruanísima o yuquita sancochada
y… a disfrutar.
Un platillo sencillo, simple, con ingredientes a la mano, y
con un gusto en el paladar, espléndido.
Me cuentas cuánto te elogiaron tus comensales.
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